La gran ciudad de Europa en la que en junio nunca se pone el sol
San Petersburgo, la antigua capital imperial de los zares, es bella durante todo el año, pero es ahora en junio, durante las «Noches Blancas», cuando se viste de gala y ofrece al visitante su mejor semblante. El Sol luce allí este mes durante todo el día, sin apagarse en absoluto por la noche, y con especial intensidad entre el 11 de junio y el 2 de julio.
La ciudad es ya de por sí atractiva, pero, por si no fueran suficientes los paseos por sus parques, canales y calles llenas de palacios, cuenta además con 200 museos, restaurantes prácticamente en cada esquina y una gran variedad de teatros, siendo el Mariinski y el Mijaílovski, ambos de ópera y ballet, los más afamados.
Esta impresionante metrópoli del Báltico con cinco millones de habitantes la fundó el zar Pedro I el Grande en 1703, de ahí su nombre. Se llamó también Petrogrado y Leningrado durante la época soviética. Es la segunda ciudad de Rusia después de Moscú.
Según Anna Zólotova, responsable de proyectos del Comité para el Desarrollo del Turismo en San Petersburgo, «nuestra ciudad recibe por tercer año consecutivo el reconocimiento como mejor destino cultural del mundo». Este galardón, considerado el Óscar de la industria turística, le fue concedido por última vez a la antigua capital imperial rusa el pasado diciembre de manos de la organización World Travel Awards (WTA), superando a ciudades como Londres, Nueva York, París, Roma o Venecia.
Un paseo por la avenida Nevski
Al llegar a San Petersburgo, lo primero que el viajero debe hacer para tomar contacto es darse una vuelta por la populosa avenida Nevski, la principal arteria de la ciudad. Está siempre llena de gente, da lo mismo la hora que sea o la temperatura que haga. Si se recorre toda entera desde la estación de ferrocarril de Moscú, se atravesarán los principales canales (Fontanka, Griboyédov y Moika) hasta llegar al río Nevá.
La avenida está repleta de tiendas, restaurantes, teatros y hoteles. La arquitectura es preponderantemente de los siglos XVIII, XIX, aunque hay también muchos edificios construidos en el siglo XX. Desde la Nevski se accede a la plaza de los Teatros, en donde se encuentran el Mijaílovski y el museo de Arte Ruso.
Yendo por la Nevski en dirección hacia el río, inmediatamente después de pasar el canal Moika, en el lado derecho de la avenida, está el conocido café que lleva el nombre de Alexánder Serguéievich Pushkin, el más grande poeta ruso de todos los tiempos. Degustar sus exquisitos platos en un ambiente dieciochesco, escuchando romanzas rusas, es una de las citas obligadas.
Un poco más adelante, girando a la derecha, se ve el arco del Estado Mayor, inmortalizado en la película Octubre del cineasta soviético, Serguéi Eisenstein, en una de las escenas del asalto de los bolcheviques al Palacio de Invierno (actual museo del Hermitage).
Imprescindible Hermitage
A través del arco se llega a la Plaza del Palacio, en donde se yergue majestuosa la casa de los zares. En su interior atesora miles de obras de arte. Acudir al Hermitage para gozar de sus maravillas, incluidos los aposentos de la realeza rusa, y los cuadros de los maestros europeos de todos los tiempos, entre los que se pueden contemplar, entre otros muchos, a Velázquez, Murillo, Goya o Picasso, es algo también ineludible en la ciudad de los zares.
Tras concluir la incursión por las solemnes salas del Palacio de Invierno, desde cuyos ventanales de la fachada norte se puede admirar un imponente panorama del Nevá, con la Fortaleza de San Pedro y San Pablo en la orilla opuesta, se abren varias posibilidades para continuar inspeccionando la ciudad.
La primera es cruzar el puente del Palacio y ver por dentro la Fortaleza, cuya iglesia, de San Pedro y San Pablo, acoge las tumbas de todos los zares rusos desde Pedro I. También del último monarca, Nicolás II, a quien los bolcheviques fusilaron junto con toda su familia. El complejo incluye la cárcel en donde estuvieron recluidos los adversarios del zar, entre ellos el hermano mayor de Lenin. Después, las mismas celdas fueron ocupadas por los «enemigos» del nuevo poder comunista. Muy cerca se puede ver también el famoso crucero Aurora, desde donde cuentan que se disparó el cañonazo que fue la señal para comenzar el asalto al Palacio de Invierno.
Desde el Hermitage también hubiéramos podido trasladarnos a pie hasta la iglesia del Salvador sobre la sangre derramada, en el canal Griboyédov. El templo, que se terminó de construir en 1907, fue levantado en el lugar en donde murió en un atentado, el 13 de marzo de 1881, el zar Alejandro II. Lo más resaltable son sus mosaicos.
Desde allí se puede caminar por el malecón del canal Gribóyedov, ver la catedral de Kazán, en la intersección con la avenida Nevski y llegar a continuación hasta la plaza Isaákievskaya, en donde se alza la catedral de San Isaac, una de las más grandes de Rusia. Junto a ella están los hoteles Angleterre y Astoria, dos establecimientos de gran solera en San Petersburgo.
El primero es famoso porque en su habitación número 5 se suicidó en 1925 el poeta soviético, Serguéi Esenin. A pocos pasos de allí, siguiendo por el canal Moika, se llega al palacio de la Gran Duquesa, Zinaída Yusúpova, allí, en el número 94 del malecón, fue asesinado Grigori Rasputin, el monje visionario que ejerció una enorme influencia sobre el zar Nicolás II y su esposa Alejandra. El lugar es ahora un museo abierto al público y ofrece una escenificación con el mobiliario original y reproducciones de cera a tamaño natural de Rasputin y sus homicidas.
Una entrada para la ópera o el ballet
No muy lejos se encuentra el restaurante Russian Vodka Room Número 1, con su pequeño museo dedicado a la bebida alcohólica típica del país y en donde se pueden degustar sus distintas variedades. Todo ello a unos pasos del legendario teatro de ópera y ballet Mariinski, de no menos prestigio que el Bolshói de Moscú. Es aconsejable hacerse de entradas para asistir a algún espectáculo de ballet u ópera. Enfrente del teatro está el impresionante edifico del Conservatorio de Música, ahora en obras de remodelación, en donde estudiaron compositores de la talla de Chaikovski, Prokófiev o Shostakóvich.
Todo el centro de la antigua capital imperial fue declarado por la Unesco «patrimonio de la humanidad». Sin embargo, quien quiera imaginar que se encuentra en la época soviética debe darse una vuelta por la avenida Moskovski y observar su peculiar arquitectura estalinista.
Entre junio y septiembre es fundamental hacer excursiones a los palacios de verano de Petergoff (Petrodvorets), Pávlovsk y Tsárckoye Seló. Éste último contiene una sublime reproducción de la legendaria Cámara de Ámbar. Además, mirando hacia San Petersburgo desde Petergoff, se divisa la impresionante torre «Lajta», sede en la ciudad del gigante energético ruso Gazprom.
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