2023(e)ko urtarrilaren 19(a), osteguna

El sastrecillo valiente

El sastrecillo valiente      

No hace mucho tiempo existía un humilde sastrecillo que se ganaba la vida trabajando

con sus hilos y su costura. Una hermosa mañana de verano, estaba sentado cosiendo

en su mesa cerca de la ventana, cuando por la calle apareció una campesina que gritaba:

– ¡Rica mermelada! ¡Barataaaa! ¿Quién compra mermelada?

Esto sonó a gloria en los oídos del sastrecillo. Así que, asomando la cabeza por la ventana,

llamó a la campesina:

– ¡Aquí, buena mujer! ¡Subid y os la compraré!

La campesina subió las escaleras con su pesada carga y el sastrecillo le hizo abrir todos los

tarros para mirar, oler y así elegir el que más le gustase. Después de tantearlos todos, dijo:

– Me parece buena está mermelada. Dadme dos tarros.

La mujer, que esperaba una venta mejor, se marchó malhumorada y refunfuñando.

– Ahora- exclamó el sastrecillo frotándose las manos-,  esta mermelada me dará salud

y fuerza-.

Y cogiendo una larga rebanada de pan de la despensa, se dispuso a untar la mermelada.

«¡Qué rica debes saber! Pero antes de probarla, voy a terminar esta chaqueta», pensó.

El dulce aroma que desprendía la mermelada atrajo a las moscas que estaban por las

paredes de la habitación y fueron a lanzarse encima del pan.

– ¿Pero quién os ha invitado?- gritó el sastrecillo, intentando espantarlas. Por su parte,

las moscas, sin hacerle caso, volvían a la carga en bandadas cada vez más numerosas.

El enojado sastrecillo perdió la paciencia y, sacando de su cajón un trapo, exclamó:

– ¡Vosotras os lo habéis buscado! ¡Os daré vuestro merecido!

Y después de dar un golpe tras otro sobre ellas, empezó a contar las que había cazado:

nada menos que siete. ¡Siete moscas patas arriba!

– ¡Vaya, qué valiente soy! ¡De lo que soy capaz!- se dijo admirado de su valor-.

¡La ciudad entera tiene que saberlo!

Así que, entusiasmado por su hazaña, se hizo un cinturón a su medida y bordó encima

en grandes letras: “SIETE DE UN GOLPE”

– ¡Qué digo la ciudad!- añadió-. ¡El mundo entero debe saberlo! Y, poniéndose el cinturón,

decidió ir a recorrer mundo, convencido de que el taller era demasiado pequeño para su

gran valor.

Antes de marcharse, buscó por toda la casa algo para llevarse al viaje.

Sólo encontró un queso rancio, que se guardó en el bolsillo.

Delante de la puerta había un pájaro en su jaula y también se lo guardó junto al queso.

Después, emprendió valerosamente su camino. Cómo era ágil y ligero no se cansaba nunca.

El camino le llevó a una montaña en cuya cima había un gigante que miraba tranquilamente

el paisaje. El sastrecillo se le acercó y le dijo:

– ¡Buenos días, compañero! ¿Qué haces ahí sentado? ¿Contemplas el mundo?

Por él, pienso marchar yo en busca de fortuna. ¿Quieres venir conmigo?

El gigante lo miró con desprecio y dijo:

– ¡Quítate de mi vista, bribonzuelo! ¡Miserable criatura!

– ¿Cómo te atreves a decirme eso?- Contento el sastre, se desabrochó el chaleco y

le enseñó el cinturón-. ¡Aquí puedes leer qué clase de hombre soy!

El gigante leyó:

- “SIETE DE UN GOLPE” -. Y, pensando que se trataba de hombres derribados por el sastre,

empezó a mirarle con más respeto. De todos modos, decidió ponerle a prueba.

Agarró una piedra y la exprimió con fuerza hasta sacarle unas gotas de agua.

-Ya que eres tan fuerte- le dijo-. ¡A ver si eres capaz de hacerlo!

-¿Nada más que eso?- contestó el sastrecillo-.  ¡Bah! ¡Eso es un juego de niños para mí!

Metió la mano en el bolsillo sacando el queso y lo apretó hasta sacarle todo el jugo.

– ¿Qué te ha aparecido? ¿Has visto que lo he hecho sin ningún esfuerzo?

El gigante se quedó sin palabras. No comprendía como un hombrecillo pudiera tener tanta

fuerza.

Entonces, cogió otra piedra y la arrojó tan alto que la vista apenas podía seguirla.

– Anda, a ver si puedes hacer algo parecido.

-Buen tiro, aunque la piedra volvió a caer a tierra. Comentó el sastrecillo sacando el pájaro

del bolsillo y echándolo a volar. El pájaro, al verse libre, alzó el vuelo y se perdió de vista en el aire.

– ¿Qué te pareció?- preguntó el sastrecillo.

– Sí que sabes tirar piedras- admitió el gigante-. Ahora veremos si puedes soportar una carga

digna de un hombre como tú.

Llevó al sastrecillo hasta un enorme roble que estaba caído en el suelo y le dijo:

– Si tienes fuerzas, ayúdame a sacar este árbol del bosque.

– Con mucho gusto -respondió el sastrecillo-. Carga tú el tronco al hombro que yo cargaré

con las ramas y la copa que es lo más pesado.


En cuanto el gigante se echó el tronco al hombro, el sastrecillo se sentó sobre una rama.

Como el gigante no podía mirar hacia atrás, no sabía que llevaba todo el peso del árbol.

El gigante, después de un buen rato, no pudo más con la pesada carga y gritó:

– ¡Eh, tú! ¡Cuidado, que tengo que soltar el árbol!

El sastrecillo saltó ágilmente al suelo, sujetó el roble con los dos brazos, como si lo hubiese

sostenido así todo el tiempo, y dijo:

– ¡Un grandullón como tú y ni siquiera puedes cargar con un árbol!

– Puesto que eres un muchacho tan valiente- le concedió el gigante-, ven conmigo a nuestra

cueva y pasa la noche con nosotros.

El sastrecillo aceptó con mucho gusto. Cuando llegaron a la cueva, encontraron a otros gigantes.

El sastrecillo miró a su alrededor y pensó: «Esto es mucho más espacioso que mi taller».

El gigante le enseñó una cama y le dijo que se acostase y se durmiera; pero, como era demasiado

grande para un cuerpo tan pequeño, en vez de acomodarse en ella, se acurrucó en un rincón.


A medianoche, creyendo el gigante que el sastrecillo estaba en un profundo sueño, se levantó y,

cogiendo una gran barra de hierro con la que dio un enorme golpe en medio de la cama.

Después, se acostó convencido de que había despachado para siempre a tan insolente jovenzuelo.


Los gigantes se levantaron al amanecer para dirigirse hacia el bosque sin acordarse del sastrecillo.

Cuando, de pronto, le vieron salir de la cueva con aire alegre y un tanto descarado. Los gigantes,

con mucho miedo y temiendo que los empezará a pegar, salieron huyendo cada uno por su lado.

Continuó el sastrecillo su viaje y, después de andar mucho tiempo, llegó al jardín de un palacio.

Como estaba muy cansado, se echó sobre la hierba y se durmió. La gente que pasaba por allí

se paraba a mirarle y cuando leían en su cinturón “SIETE DE UN GOLPE”, exclamaban:

– ¡¿Qué hace aquí un guerrero tan temible ahora que estamos en paz?! Sin duda, debe ser

un caballero muy poderoso.

Corrieron a dar la noticia el rey, aconsejándole que a un hombre tan valioso sería conveniente

tomarle a su servicio. Al rey le pareció bien este consejo y envió a uno de sus nobles

para ofrecer al sastrecillo trabajar con el monarca. El enviado llegó hasta donde estaba el joven

y le comunicó la propuesta del rey.

– Con este propósito he venido -respondió el sastrecillo-. Estoy dispuesto a entrar al servicio del rey.

Se le recibió con toda clase de honores y le prepararon un aposento para que se alojará en la corte.

Ante tanta atención, los soldados del rey empezaron a envidiarle y deseaban que se fuese cuanto

más lejos mejor.

– ¿Qué ocurrirá?- comentaban entre sí.

– Si nos peleamos con él, no podremos vencerle, pues es capaz de derribar siete de una vez.

Fueron entonces ante el rey porque decidieron presentarle la retirada de sus servicios.

– No podemos permanecer al lado de un hombre capaz de eliminar a siete de un golpe.

El rey se disgustó al verse abandonado por sus fieles servidores y deseó librarse del sastrecillo,

pero no se atrevió por miedo a que esté acabará con él y con todos los suyos para apoderarse

del trono. Después de mucho pensar, el rey encontró una solución. Le dijo al sastrecillo que en

el bosque del reino vivían dos gigantes que cometían robos y provocaban incendios.

Si él conseguía vencer a estos dos gigantes, recibiría la mano de su hija y la mitad del reino.

Además, para ayudarle, puso cien jinetes a su disposición. «¡No está mal para un hombre como yo!

Que a uno le ofrezcan una bella princesa para casarse y la mitad de un reino es algo que

no sucede todos los días», se dijo el sastrecillo.

– Claro que acepto- respondió en voz alta.

Así pues, el sastrecillo se puso en marcha, seguido por los cien jinetes. Al llegar a la entrada

del bosque, ordenó a sus acompañantes:

– Esperen aquí. Yo solo acabaré con los gigantes -. Después, entró en el bosque.

Empezó a buscar por todas partes y, por fin, descubrió a los dos gigantes: estaban dormidos

bajo un árbol. El sastrecillo, llenó sus bolsillos de piedras y subió al árbol.

Se puso sobre una rama y dejó caer algunas piedras sobre el estómago de uno de ellos.

El gigante despertó y, empujando a su compañero, le preguntó:

– ¿Por qué me pegas?

– Estás soñando- respondió el otro-. Yo no te estoy pegando.

Se volvieron a dormir y, de nuevo, el sastrecillo le tiró una piedra al otro.

– ¿Qué significa esto?- gruñó el gigante-. ¿Qué es lo que me has tirado?

– Yo no te he tirado nada. ¡Tú sueñas!- refunfuñó el primero.

Discutieron durante un tiempo; pero, como estaban cansados, se callaron y se volvieron a dormir.

De nuevo, el sastrecillo cogió la piedra más grande y se la tiró con todas sus fuerzas al estómago

del gigante.

– ¡Esto ya es demasiado!- gritó furioso el gigante. Y saltando sobre su compañero, le pegó

un gran golpe.

El combate fue terrible y no cesaron de pegarse hasta que ambos cayeron al mismo tiempo.

Entonces, el sastrecillo bajó del árbol y, desenvainando su espada, enseguida fue en busca

de los jinetes y les dijo:

– Ya he acabado con los gigantes. Ha sido un duro trabajo y un gran esfuerzo, pero no hay

nadie que se resista a alguien que puede con siete de un golpe.

– ¿No estás herido?- preguntaron los soldados.

- No, nada de eso- contestó el sastrecillo-. No me han tocado ni un pelo.

Los soldados no podían creerlo y se adentraron en el bosque para verlo con sus propios ojos.

Allí encontraron a los dos gigantes caídos en el suelo y, alrededor de ellos, un gran número

de árboles arrancados. El sastrecillo se presentó al rey para pedir la recompensa ofrecida.

Sin embargo, el monarca, arrepentido de su promesa, decidió buscar un nuevo reto para

intentar deshacerse del joven.

– Antes de darte la mano de mi hija y la mitad de mi reino- le dijo-, tendrás que llevar a cabo

una nueva hazaña. En el bosque hay un unicornio que hace grandes estragos y debes capturarlo.

– Un unicornio me da todavía menos miedo que dos gigantes- respondió el sastrecillo-.

Siete de un golpe: esa es mi especialidad -. Tomó una cuerda y pidió a sus escoltas que

lo esperasen fuera del bosque. El unicornio se presentó rápidamente dispuesto a pelear

con el joven sin ningún tipo de contemplaciones.

– Poco a poco… No vayas tan deprisa. No va a ser tan fácil como piensas- se reprendió

el sastrecillo.

Permaneció quieto delante de un árbol hasta que el unicornio estuvo muy cerca y, entonces,

salto ágilmente detrás del tronco. Como el unicornio se había lanzado con toda su fuerza,

clavó el cuerno en el tronco tan profundamente que, por más que lo intentó, no pudo sacarlo

y quedó aprisionado. Ató la cuerda al cuello del unicornio y llevó al animal delante del rey.

De todas formas, este no quería entregarle el premio ofrecido y le exigió un tercer trabajo.

– Antes de que la boda se celebre, tendrás que cazar un feroz jabalí- le ordenó-. Para ello,

contarás con la ayuda de los cazadores.

– ¡No faltaba más!- se apresuró a aceptar el sastrecillo-. !Será un juego de niños!

Entró solo en el bosque. El jabalí se lanzó ferozmente sobre él y el sastrecillo fue a refugiarse

a una ermita: entró por la puerta y salió rápidamente por la ventana del fondo. Cuando entró

el jabalí, el sastrecillo le cerró la puerta. Así dejó al animal atrapado dentro, pues era demasiado

torpe y pesado para saltar por la ventana. El sastrecillo llamó a los cazadores para que pudieran

ver encerrado al animal. El rey, tuvo que cumplir su promesa y le dio al sastrecillo la mano de su

hija y la mitad de su reino.

– Ya eres mi heredero al trono- le dijo con satisfacción. Se celebró una boda con gran esplendor.

Y así fue como el sastrecillo valiente se convirtió en todo un rey.


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PREGUNTAS


  1. ¿Qué tipo de persona era el sastrecillo? 

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  1. ¿Cuántos tarros de mermelada probó y compró?

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  1. ¿Cómo mató las siete moscas?

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  1. ¿Qué frase escribió en su cinturón después de haber matado las siete moscas? 

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  1. ¿Con el queso y el pájaro, qué dos estrategias realizó el sastrecillo con el gigante para ganarle la prueba de fuerza?

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  1. ¿Cómo consiguió el sastrecillo ganarle al gigante en la prueba del árbol? 

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  1. ¿Qué le ofreció el rey al sastrecillo a cambio de vencer a los dos gigantes del bosque?

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  1. ¿Cómo consiguió acabar con los dos gigantes del bosque?

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  1. Escribe una experiencia personal en la que hayas utilizado tu inteligencia antes que la fuerza.

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  1. Escribe el pasaje del cuento que más te haya gustado (mínimo 5 líneas). 

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