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Memorias de una gallina: Concha López Narváez

Memorias de una gallina

 

MEMORIAS DE UNA GALLINA 

Primer capítulo: Mi nacimiento


Antes de nacer yo estaba formándome, muy poquito a poco, metida en un huevo.
Muy poquito a poco se hicieron mis patas, mis ojos, mi pico y todo mi cuerpo.

Pero de aquel tiempo no recuerdo nada. Mi madre me lo explicó luego. También me explicó que mientras me hacía, yo estaba dormida. Ella se sentaba encima del huevo. Con mucho cuidado para no romperlo. Así me abrigaba.

Un día desperté. Tenía calor y estaba encogida. Me dolían las patas y quería estirarles, pero no había sitio. Alcé la cabeza, y me hice un chichote con el cascarón. ¡Qué incómoda estaba!

Busqué una salida. No encontré ventanas ni tampoco puertas. Me puse nerviosa.
Grité que me abrieran, y nadie me oyó, me moví hacia un lado, me moví hacia otro, no sabía qué hacer. Pero tuve suerte, porque descubrí que tenía pico. Era fuerte y duro. Me podía servir para abrir boquetes.

Pica que te pica, abrí uno pequeño, y se metió el aire dentro de mi huevo. Se me fue el calor, y seguí picando.

Se agrandó el boquete. Saqué la cabeza, y vi que unas plumas, suaves y negras, rozaban mi cara. Eran de mi madre. Y vi sus dos alas, que estaban tapándome.

Y vi que a mi lado había otros nueve huevos. Estaban cerrados. Debajo de ellos tenían un colchón de pajas.

Quería salir pronto, y seguí picando.

Hice un gran esfuerzo, y de pronto ¡crac!: se había roto el huevo y yo había nacido. ¡Qué emoción sentí!

Comencé enseguida a andar por el mundo: salté entre los huevos. Pisé sobre pajas. Revolví las plumas suaves y negras que eran de mi madre.

Terminé muy pronto. No me gustó mucho. El mundo era chico y estaba cerrado. Había dos puertas con la llave echada: eran las dos alas con las que mi madre me tenía tapada. Y otra vez me puse nerviosa, porque me aburría.

Y entonces mi madre ahuecó las alas. El mundo se abrió y yo salí fuera.

Mi madre era guapa. Me estaba mirando con cara contenta y ojos de cariño.

Me acercó a su pecho. A mí me gustaba estar junto a ella. Pero soy inquieta por naturaleza y me cansé pronto:

-¿Por qué no nos vamos? –pregunté.

-Tengo que cuidarlos –dijo, y señaló los nueve huevos que tenía debajo.

-¿Por qué?

-Porque dentro están todos tus hermanos.

-Y ¿qué es un hermano?

-Un hermano es alguien que re quiere mucho. Y vive en tu casa, te lo presta todo, y juega contigo.

Parecía estupendo tener nueve hermanos.

-¿Y por qué no nacen? –pregunté impaciente.

-Porque están dormidos.

-Pues los despertamos. Le voy a ayudar a romper los huevos.

Mi madre movió su cabezo diciendo que no y luego añadió:

-Hay cosas que las debe hacer cada uno solo. Siéntate y espera.

Me senté a esperar. ¡Uf! Como tardaban.

De pronto vi asomar un pico en un cascarón. Di un salto de gozo: ¡mi primer hermano estaba naciendo!

Miré atentamente.

Con mucho trabajo fue abriendo un boquete. Quería ayudarle, pero recordé que hay cosas que las debe hacer uno por sí mismo.

-¡Ánimo! –le dije.

Mi hermano hizo un gran esfuerzo. El huevo crujió. Se abrió por la mitad. Y ¡allí estaba él!, nacido y contento. Y lo consiguió trabajando solo.

Así, más o menos, nacieron mis otros hermanos. Todos con esfuerzo, por sí mismos.

-¿Por qué no nos vamos? - pregunté otra vez.

Mi madre me señaló un huevo que estaba cerrado.

- Y ¿a ese qué le pasa? - le dije.

Mi madre encogió la cresta y dijo que no lo sabía.

-Quizás se haya muerto - murmuró con vos preocupada.

-Y ¿qué es estar muerto?

-Es estar dormido. Pero para siempre.

Nos miramos todos con ojos de asombro asustado. ¡Sería aburridísimo dormir para siempre!

Mi madre esperó algún tiempo. Después acarició el huevo, y se levantó.

-Andad, hijos míos, vamos a jugar - dijo con voz triste.

Me dio mucha pena de aquel huevo solo. Por eso le piqué la cáscara. Para que mi hermano, si iba a dormir siempre, tuviese aire fresco.

Y entonces lo oí. Piaba bajito, como despertándose.

Mamá se volvió, puso ojos alegres y se sonrió.

Nosotros gritamos:

-¡Dormilón!, despierta.

Salió con cara de sueño, y dijo:

-¿Qué ocurre?

¡Cómo nos reímos!

-¡Hijos, vámonos al patio- nos gritó mi madre.

Su voz sonaba contenta.


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Sinopsis:

Carolina, una gallina contestataria, nos va contando su vida, desde su nacimiento, junto a sus hermanos, hasta su vida de gallina adulta ponedora en el gallinero de la granja.

Después de su nacimiento (es la mayor de diez hermanos), lo primero que hace es ayudar a romper el cascarón a su hermano pequeño, Picofino. Después sale al patio y se encuentra con el perro, que llegará a ser su amigo del alma.

Su madre le enseña a ella, y a sus hermanos y hermanas, las reglas para ser una buena gallina, pero ella, desde el principio, se muestra como una gallina rebelde, empezando por no querer llamarse Picapón, sino Carolina. Además, decide ser tan voladora como un pájaro.


  Memorias de una gallina / capítulos:

  • Primer capítulo: Mi nacimiento
  • Segundo capítulo: El patio
  • Tercer capítulo: Crecer
  • Cuarto capítulo: Lecciones
  • Quinto capítulo: Al día siguiente
  • Sexto capítulo: Pobre Pico Fino
  • Séptimo capitulo: En el gallinero
  • Octavo capítulo: Una casa blanca
  • Noveno capítulo: El Marqués
  • Décimo capítulo: Mentiras
  • Onceavo capítulo: El castigo del Marqués
  • Doceavo capítulo: El final de la historia



Autora: Concha López Narváez

Ilustrador: Juan Ramón Alonso

Editorial: Anaya / Colección: EL DUENDE VERDE.




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