SÉMOLA, SEMOLARUM
No sé por dónde comenzar contar esta historia. Quizás, lo más apropiado sea desvelando el final: Mauri, mi perro cocker, lleva desde ayer escondido debajo de la cama. No quiere salir.
Todo comenzó el día de mi cumpleaños, cuando papá apareció con una caja envuelta de papel charol. Mi regalo. Prometí no abrirlo hasta después de la fiesta, cuando todos se hubiesen marchado.
Así que, cuando cayó la noche, me senté en el suelo del salón y, ansioso, comencé a desliar el paquete. ¡El juego del mago Tristante! Papá siempre sabe qué regalarme. Mientras esparcía la alfombra los cachivaches y leía con interés las instrucciones, el abuelo miraba atento la televisión. A esta hora, emitían su programa favorito, Las leyendas del mar. Aunque no lo creáis , el abuelo fue un gran marino. En su pequeño barco, El Sirco, navegó por los siete mares, descubrió decenas de islas exóticas y luchó contra peligrosos piratas.
En una ocasión, fue atacado por un terrible monstruo marino, una especie de pulpo gigante, del tamaño de una ballena. Fue u miagro que escapara con vida de sus enormes tentáculos. Ahora vive retirado de los mares y pasa el día sentado en su butacón, con sus zapatillas de cuadros y leyendo el periódico. Eso sí, nunca se desprende de la gorra marinera.
De todos modos los trastos que contenía la caja del juego, el que más me llamó atención fue la varita mágica. Mostraba un aspecto extraño y, según el manual, estaba fabricada con el cuerno de un unicornio.
Seguí las indicaciones del libro para hacer desparecer un objeto. Podría haber señalado al jarrón de porcelana china o al cuadro de los ciervo, pero no o hice.
Sin saber por qué, apunté al abuelo con la varita, cerré los ojos, pronuncié las palabras mágicas SÉMOLA SEMOLARUM, y conté hasta cien, pero al revés. 100, 99, 98..., cuando llegué al 0, volví a abrir los ojos. Increíble: el abuelo no estaba allí. Vi sus zapatillas de cuadros en el suelo y a Mauri ocupando su puesto en el butacón, muy atento a la pantalla del televisor. La verdad, en ese momento, no le di importancia al echo y continué jugando.
Llegó el momento de la cena y el abuelo no apareció por la cocina. Mamá comenzó a inquietarse. ¿"Dónde se habrá metido este hombre?", se preguntaba pero reloj marcaba la hora de ir a dormir y el abuelo seguía sin aparecer. "Esto no es normal. Ha debido de ocurrirle algo", dijo entre sollozos. Fue en ese instante cuando recordé el juego del mago Tristante y el truco del SÉMOLA SEMOLARUM. Les conté a mis padres lo ocurrido y, también, el extraño comportamiento de nuestro perro ante el televisor.
Como siempre no me hicieron caso.
Papá echó del butacón al cocker, se el abrigo y denunció en la comisaría de policía la desaparición del abuelo.
Tengo que advertir que mi padre odia a Mauri, sobre todo desde el día que se comió el décimo premiado de la lotería. Todos pensamos que fue un accidente, pero él continúa empeñando en que lo hizo aposta.
Sémola Semolarum
Paco López Mengual
1. ¿Quién cuenta la historia?
A. Mauri
B. El hijo
C. La hija
D. El abuelo
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