Cerro Torre (3.133 m, Patagonia, Argentina).
El alpinista Iosu Merino ( Elgoibar, 1972 ) rememora el confinamiento que vivió en 1997 junto a dos compañeros antes de alcanzar la emblemática cima del Cerro Torre.
Iosu Merino lee en la cueva de nieve durante su ascensión al cerro Torre.
Marc Sarradell, en la cueva de nieve.
Instalados en su cueva de nieve, improvisando algo parecido a una puerta que impidiese que las continuas nevadas les sepultasen, el trío inició una reclusión fría, incómoda y psicológicamente delicada. “Para empezar, teníamos sacos de dormir de pluma. Un error, porque una vez que se moja no da calor y se seca difícilmente. Con varias capas de ropa superpuesta, nos pasábamos los días húmedos y helados. Pasamos así 24 días, y solo alguna tarde pudimos salir al sol para secarnos”, recuerda Iosu Merino, que entonces contaba 25 años, por 21 Simón.
El encierro actual
Pronto entendieron que racionar la comida era la única manera de seguir con opciones de atacar de nuevo la montaña. “La diferencia con la situación actual provocada por el coronavirus es que nuestro confinamiento fue gradual, mientras que ahora hemos pasado de 100 a 0 de un día para otro. Nosotros fuimos apretando la tuerca poco a poco, día a día”, observa Iosu.
Marc decidió que no escalaría más, pero quiso seguir junto a sus compañeros. Aguantó cerca de 12 días, fumándose las bolsas de las infusiones cuando se quedó sin tabaco. Desayunaban un té con un par de galletas, comían una ración exigua de pasta con sopa y cenaban otra sopa. Pronto, la escasez de alimentos tensó las relaciones: “Los dos tenemos carácter. Simón administraba la comida y para no discutir, cada día cocinaba uno mientras el otro podía ponerse en pie en la cueva sin hacer tareas. Era algo parecido a meterse en el baño más pequeño de una casa con tu pareja o con un amigo, sin apenas comida y sin nada que hacer”, ilustra Iosu.
Escalando en el Cerro Torre.
Pero lo cierto, y a la vez lo más sorprendente, es que la pareja de alpinistas sí tenían opciones: podían haber renunciado, esperar que el temporal remitiese un mínimo y abandonar. Nunca se lo plantearon. “En ningún momento hablamos de abandonar. Estábamos motivados para intentarlo mientras hubiese comida. Por este motivo, le pedí a Simón que me entregase la mitad de los víveres: no soportaba la idea de que otro decidiese qué comía y cuándo. Si al acabarse el alimento no habíamos podido escalar el Torre, abandonaría”, explica.
Llegaron a pasar 15 días seguidos sin salir del saco. Las broncas se sucedían, después las reconciliaciones. Tras cada tormenta verbal llegaba una tregua que solo anunciaba la llegada de un nuevo frente: “Es alucinante reconocer ahora cómo provocábamos a sabiendas discusiones por tonterías solo para desahogarnos, liberar la tensión que nos invadía. Pero al cabo de unas horas, o al día siguiente, nos disculpábamos, prescindíamos de nuestro ego. Pasábamos horas sin dirigirnos la palabra, leyendo, cambiándonos los libros. No sé cómo, pero Simón acabó leyendo la Biblia. ‘De todo se aprende’, me contestó cuando le pregunté qué hacía leyéndola”.
Justo cuando ya no resultaba posible estirar más los víveres, el viento cesó y el cielo se despejó de nubes. Pese a la tremenda inactividad, Iosu y Simón organizaron su material y salieron a la carrera: solo una motivación inconcebible les permitió escalar el Cerro Torre, ya en enero de 1997, y regresar en un ataque que duró 36 horas.
La resistencia humana
En el Torre, los metros finales para alcanzar la cima son una pesadilla: la acción del viento adhiere la nieve a la roca, la recubre como si se tratase del rebozado de una croqueta. Lo llaman el hongo. El rebozado puede estar más o menos helado, lo que permitirá o no que alguien lo escale. Los tornillos de hielo no sirven para protegerse de una caída. La solución pasa por cavar un túnel en la nieve, para ascender de forma agotadora y precaria pateando la nieve con los crampones y tirando de los piolets. Cuando la pareja se colocó al pie del hongo somital, el sol llegó con ellos. Simón encaró el largo final. “Cuando llevaba diez metros escalados, la nieve era tan blanda que ya no podía renunciar: tenía que seguir escalando porque bajarse ya no era una opción. Giró hacia la cara norte, encontró un muro menos inclinado y un túnel horadado por el viento. Se metió dentro y escaló hasta la cima. Cuando me tocó el turno, tuve que cavar un nuevo túnel para no caerme porque el sol había deteriorado mucho la nieve, que cedía bajo mi peso”, recuerda aún impresionado Iosu.
Llegando a la cima, a través de un tunel horadado en la nieve.
Cima del Cerro Torre fotografiado desde un helicoptero.
1.-Menciona 3 cordilleras motañosas de la Tierra:
2.-¿Qué montañas has subido? Menciona un par de ellas:
Después de leer:
1.-¿Dónde está el Cerro Torre? ¿Cuántos metros mide?
2.-¿Cuáles son los 3 protagonistas de esta aventura?
3.-¿Qué les sucedio durante el ascenso al Cerro Torre?
4.-¿Cómo sobrevivieron en la cueva de hielo?
5.-¿Llegaron a la cima? ¿Cómo?
Actividades complementarias:
1.-Dibuja la cima del Cerro Torre:
2.-Menciona la montaña que más te ha costado subir, y por qué:
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